El Manchester City es el campeón de Europa, pero el Real Madrid es el rey. Y cuando este parece estar muerto y con la corona a punto de resbalarse de sus dedos, resiste hasta el último aliento y, en una tanda de penaltis inverosímil tras decena de ocasiones de los ingleses, emerge para acceder a semifinales.
Los Blancos, que sufrieron durante 120 minutos y durante los dos primeros lanzamientos de la prórroga, con el gol de Julián Álvarez y el fallo de Luka Modric, acabó encaminado hacia las semifinales contra el Bayern de Múnich, con un descomunal Bellingham a una pierna y un Rüdiger que no sintió la presión del último lanzamiento.
El Real Madrid, como siempre, evitó caer para reír el último y para ver a Bellingham corriendo hacia los 3.000 aficionados y festejar una victoria que solo pareció cerca en los primeros diez minutos.
Porque poco o nada se parecieron los primeros diez minutos de este partido a lo que ocurrió el año pasado, cuando el City se hartó a dar pases y a acongojar a un timorato y rendido Real Madrid.
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Ante una más que tibia audiencia, impropia de noches como estas, las más grandes del continente, el Madrid le plantó cara al campeón del triplete, domó la pelota y evitó una salida en trompa. Desactivó el factor campo y golpeó a la primera que tuvo. Esta vez la moneda cayó de su lado.
Pasado el minuto doce, Carvajal, sin complicaciones, pegó un pelotazo que pilló al City desprevenido. Era una bola sin aparente peligro, pero Bellingham, desde el carril del diez, la bajó como Zidane. Acomodó la pelota, combinó con Valverde y el uruguayo dio vida a Vinícius por dentro. Se pidió fuera de juego, pero lo rompió Walker en el segundo palo. El brasileño, ganando línea de fondo, puso un centro duro que Rodrygo remató de primeras para estamparse en Ederson. Como el año pasado, cuando Kroos sacó astillas a la madera con un disparo desde 25 metros, la fortuna daba la espalda al Madrid.
Pero hubo una segunda oportunidad. La pelota quedó viva y en los pies de Rodrygo, que empujó a placer. Fue mirando hacia atrás, por miedo a un posible fuera de juego, pero Orsato y el linier dijeron adelante. Se fundió con los 3.000 aficionados blancos y el Madrid, sentenciado por muchos antes de empezar, estaba vivo.
Comenzó entonces el ejercicio de supervivencia definitivo. El City había marcado en el 97 % de los partidos que ha jugado desde su última derrota. El City tenía que marcar.
Haalan cabeceó al larguero, Lunin se estiró contra De Bruyne y Rüdiger llegó en el último momento para frenar un disparo de Grealish.
El City coqueteó con el gol e implantó una sensación de miedo permanente en el área del Madrid, que no paraba de recibir balones y sufrir con cada parada en dos tiempos de Lunin y con cara encare de Grealish y Doku a Carvajal.
Cuando el belga se deshizo de Carvajal y fue Valverde el que le cerró, llegó el problema. Doku encaró al uruguayo, le dejó atrás y puso un centro que Rüdiger expulsó como pudo. Camavinga no persiguió a De Bruyne y el belga, con un caramalo dentro del área, la estampó en la red, en un disparo imposible para Lunin.
El Madrid, que llevaba embotellado toda la segunda parte, se asomó al abismo. Y De Bruyne pudo darle el empujón. Un remate suyo solo, desde el punto de penalti, pasó por encima del larguero para sorpresa de todo el Etihad, que saboreó el 2-1 desde que la pelota rondaba su pie.
Entre baño y baño del City, llegó la prórroga. Otros treinta minutos de sufrimiento, otros treinta minutos de aguantar con Bellimghan fundido, todos atrás y un Vinícius que se lesionó en la tercera carrera que perdió en la noche con Walker.
Su imagen, yéndose perdiendo todo el tiempo posible, fue el mejor reflejo del Madrid que, incluso en estas circunstancias, estuvo a punto de poner el 1-2 en un remate de Rüdiger a centro de Brahim.
Ya en la segunda mitad de la prórroga, Carvajal se quedó tieso y Ancelotti tuvo que recurrir a Éder Militao como solución de emergencia, mientras que Guardiola quitó a De Bruyne y metió a Kovacic para tener aún más control.
Con los dos equipos fundidos, la eliminatoria se fue a penaltis. Y con el último aliento, pasó el Madrid.
Ni tirando primero, ni con Modric fallando su primer lanzamiento, el City fue capaz de destronar al rey. Al fallo del croata fue seguido por un error incomprensible de Bernardo, que tiró a las manos de Lunin, y por un paradón del ucraniano, héroe de la noche, a Kovacic. Bellinhgham, Nacho y Rüdiger no fallaron y el Madrid, casi sin saber cómo, vuelve a las semifinales.
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