El próximo 10 de junio cumplirá 41 años, pero el tiempo no le pasa por encima. Al contrario, le juega en velocidad a la vida, devora cualquier obstáculo que se le pone enfrente gracias a su pasión, compromiso, mentalidad ganadora y esa hambre eterna de siempre ser mejor cada día. Javier Portillo al parecer no tiene fecha de vencimiento.
Pasa el tiempo y Javier Portillo es mejor ser humano. Un ejemplar futbolista. Querido, pero también criticado como cualquier otro deportista en el mundo. Algunos, que nunca pusieron un pie en la cancha, se resisten a aceptar que aún lo ven jugando como profesional a su edad. Otros lo colocamos como un ejemplo para las nuevas generaciones.
Desde estas líneas, quiero rendirle tributo a un hombre, que nunca se rinde. Que siempre deja todo en el campo independientemente de la camiseta que defienda. Aunque ha dejado muy claro que su gran amor desde siempre y para siempre es su amado Olimpia. A Javier lo conozco hace muchos años. Le he seguido su carrera desde que la inició allá por el 2005 con el desaparecido Valencia.
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Y lo recuerdo como lo veo ahora. Más joven en edad, pero con las mismas ganas de trascender. Nunca lo vi bajar los brazos, tener miedo, sentirse inseguro de lo que es como jugador de fútbol. Nunca se arrugó por su baja estatura, al contrario, eso siempre lo fortaleció. Siempre humilde, sencillo, trabajador y con esa chapa de jugador hecho en la calle: talentoso, pícaro, correlón incansable, mete pierna y valiente.
Hoy tiene casi 41 años y no le veo cara de que esté pensando en el retiro. Aunque él mismo bromea diciendo que desde que tenía 30 lo vienen retirando. Ahora mismo le ha tocado sufrir un poco porque se lesionó, algo que nunca en su carrera le había ocurrido. Pero ahí está, intacto, inquieto, con ganas de volver pronto a retomar su mejor nivel con el Olimpia, su querido club, que en estos momentos lo extraña por ese carril izquierdo, del que es dueño, amo y señor.
Algunos dirán, este jodido está loco ¿por qué ensalza tanto a Javier Portillo. Es simple: jugador de su especie quedan pocos en Honduras. Disciplinados, comprometidos, repito, apasionados. Es que no hay. No los veo. No hay cipotes en este momento que tengan esas hartas ganas de triunfar siempre como le veo a Javier, que ya ganó siete títulos de Liga con Olimpia, incluyendo un tetracampeonato y que asegura, va por el histórico Penta, ahora de la mano de Pablo Lavallén como entrenador.
Es que Javier es de esos insaciables. Que no le gusta perder, pero ni en su pueblo. Es un ganador de sangre pura y que ese espíritu se lo intente impregnar a sus compañeros. Su buen suceso por diversos clubes de la Liga Nacional como: Valencia, Hispano, Motagua, Vida, Olimpia, Juticalpa y Real España, no es algo accidental o producto de una casualidad. A donde ha ido, ha dejado su sello.
Es que así es Javier Portillo, el famoso "Pulgarcito", como le conocen. Así es de entregado por su trabajo, por el fútbol, que tanto ama y lo que no quisiera dejar nunca. "Mi retiro está en manos de Dios, solo él sabe cuándo sucederá", me ha dicho en varias ocasiones. Se resiste a dejar de correr por el surco izquierdo de cualquier campo de juego que pise. Se niega a dejar de soñar y seguir mostrando toda esa energía, alegría y pasión que siente por la pelota.
Él mismo ha dicho que ya es un histórico, por todo lo que ha logrado en el fútbol hondureño, aunque dejó una tarea pendiente, consolidarse más en la Selección Nacional, donde nunca tuvo tantas oportunidades. A pesar de eso, Javier está contento por la carrera que ha tenido en el fútbol y seguramente quiere más. Porque mientras las piernas le respondan, lo veremos disfrutar del juego, como pocos lo hacen.
Porque a Javier nadie lo detiene. Ni las criticas ni absolutamente nada se han interpuesto en su camino, porque está seguro de lo que es y de lo que puede dar. Hace algunos días me dijo que quiere seguir jugando, ganando más Copas y mostrando que aún tendremos Portillo para un buen rato ¿Le creo? Sí...
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